sábado, 6 de agosto de 2011

“HIJO DE BUKOWSKI”


       
                                        
A Lianiaski

No existe palabra escrita que el carbón de tu pupila se niegue a examinar, ni papel que  se mantenga inmaculado cerca de tu mano derecha, esa que escribe sin tregua los dictados de tu imaginación. Es la misma mano que sostiene la jarra de cerveza mientras ríes y militas en la amistad, la misma que acaricia el ratón del ordenador durante horas convirtiendo todo lo demás en invisible para ti.  

Si alguien quisiera asesinarte no tendría más que despojarte de los libros, que logran que olvides la existencia de relojes y horarios. Aunque también podrían acabar contigo arrebatando tu música, la que camina junto a ti mientras te diriges hacía la parada del bus que te lleva a la facultad, la que te acompaña mientras deambulas por esta ciudad sin olor a salitre, sin puerto. Murcia te acoge enojada, con su calor asfixiante, sus atascos y semáforos, sus jueves y sus bares, templos sagrados para borrachos y bohemios en los que te refugias del mundo cuando el bolsillo lo permite.

Perteneces a esa, nuestra generación, la de los Indignados, y protestas como mejor sabes: Permitiendo a la sonrisa desahuciada por otros alojarse en tu rostro barbilampiño, ese que te hace parecer todavía un adolescente.

Es extraño, eres como un niño que no puede evitar que el atardecer conspire contra él cerrando poco a poco sus párpados. Temes al frío, a la soledad de la noche. Será por esa razón por la que duermes siempre bajo la colcha y abrazado a la almohada, incluso en verano. Sólo dejas a la intemperie tu cara, arropada por tu pelo negro, tu piercing y tus lunares, que custodian el ébano de tus ojos con la esperanza de que algún día puedan asomarse a ellos para vislumbrar otras realidades.

San Antonio andaba de fiesta cuando llegaste a este mundo. Será por eso que desde entonces vives con la máxima intensidad cada uno de los segundos de tu existencia, devolviendo a la palabra vida el sentido que nunca debieron arrebatarle.   

Eres único y especial. Rompedor de maleficios, ahuyentador de tristezas. Eres la luz en la sombra, la bandera blanca en mitad de la trinchera, la lucidez en la palabra, el abrazo en la amistad, la cerveza en el parque, el ratón en la biblioteca, la conversación al pie de la barra, el grito en la noche. Existen infinitas maneras de definirte, hijo de Bukowski, pero muchas más de quererte.

Toñi Hurtado