sábado, 28 de enero de 2012

ENTREVISTA A IGNACIO MARTÍN LERMA, ARQUEÓLOGO, POETA Y CINEASTA

Por aquí os dejo una entrevista que hice a finales de abril del pasado año 2011 a Ignacio Martín Lerma.




“Lo mejor que me ha pasado en la vida es estar rodeado de tan buena gente”

Entre excavaciones y versos, Ignacio Martín Lerma ha encontrado un hueco en el mundo del celuloide


Aparece sonriente, relajado, cómodo entre el tumulto de gente que deambula de un lado a otro por la Gran Vía de Murcia. Quizá sea el día soleado el responsable del buen humor que refleja su rostro. Una sincera y abierta sonrisa me recibe en la ciudad que en  otro tiempo inspiró sus versos, la ciudad que se transformó en escenario de sus miles de noches estudiantiles en vela, oteando poesía en escenarios y barras de bares.

Han pasado algunos años desde que se licenció en Historia en el Campus de la Merced, y sin embargo sus ojos brillan como en aquel tiempo, es como si tuvieran una capa perenne de esmalte cristalino, siguen tan azules como las playas de su Almería natal, emanan vida, gritan que es un ferviente militante de la amistad, infunden confianza;  Sin duda hay algo especial en su mirada; es la mirada de quien devora minuto a minuto la vida, del que ama la eternidad del instante.

Vuelve a estas calles pleno de juventud y humildad, vistiendo tejanos desgastados y zapatillas rojas a juego con su otra sonrisa, la que lleva estampada en forma de labios y colmillos sanguinolentos en su camiseta blanca. Los viandantes pasan por su lado ajenos al hecho de que ese chico sonriente, alto y castaño que aguarda en un semáforo en rojo la llegada de su cita es Ignacio Martín Lerma, arqueólogo, poeta y codirector junto a  Manuel Marín del cortometraje de terror `Merry Little Christmas´, ganador del Premio del Jurado del Festival de Cine de Málaga en su última edición.

La cinta, que ha contado con la presencia de la actriz Macarena Gómez (El calentito, Sexykiller) o los actores Jan Cornet (Camino) y Javier Botet (Rec) entre otros, aborda la problemática de los malos tratos desde el punto de vista del cine de terror, algo original como comenta Ignacio Martín, ya que “se ve todo de una manera diferente a cómo se había visto antes, desde los ojos de una niña pequeña que vive en un mundo cruel y real de pesadillas y monstruos”.


“Son cosas de esas que no me las creo hasta que no las veo publicadas en Internet”

Unas semanas antes del Premio del Jurado en el Festival de Cine de Málaga, recibía la noticia de que había sido el único español seleccionado, junto a Javier Trueba, para participar en la muestra de cine arqueológico de Belgrado con el film `Experimentar para comprender. Tecnología en el Paleolítico´, un documental en el que el veratense ha trabajado junto a Francisco Javier Muñoz Ibáñez y Juan Antonio Marín de Espinosa: “Son cosas de esas que no me las creo hasta que las veo publicadas en Internet. Ser el único español seleccionado junto a Javier Trueba es una auténtica locura”, y añade: “Ya nos había pasado en el de Festival de Rovereto, que también éramos los únicos españoles seleccionados este año, compitiendo con documentales muy caros y muy potentes como los de National Geographic. Todo un orgullo”, comenta este declarado admirador de Alejandro Amenábar, o del cine de terror de Alexandre Aja.

Fue en Madrid donde se rodó `Merry Little Christmas´, el cortometraje que tantas alegrías le ha reportado: “Yo soy arqueólogo, y me dedico a ello plenamente; el cine y la poesía eran mis aficiones y ahora esto ha tomado un carisma mucho más profesional, con sus problemas de agenda, con mi falta de horas de sueño, pero aún así sigue mereciendo la pena, porque al fin y al cabo todo son pasiones y todo es el motor que mueve a Ignacio por dentro”, explica sin dejar de sonreír, expandiendo un halo de optimismo.

En ocasiones su teléfono móvil tiembla y esa sonrisa deja de habitar momentáneamente su rostro para dejar hueco a una expresión de alerta, y es que  últimamente no para de conceder entrevistas y recibir llamadas. “Todo esto tiene una cara B bastante complicada en lo personal, pero hay que intentar sonreír, llevar la vida lo mejor posible e ir para adelante. Me veo sonriente, y eso creo que es lo más importante”, afirma mientras en su cabeza es posible que ronde la idea de que hoy, por fin,  podrá visitar a sus padres en Vera.

Todo son palabras mayúsculas cuando habla de aquellos que le dieron la vida: “He tenido la suerte de ver a mis padres siempre leer y componer, mi propio padre es el actor de mi primer cortometraje. Lo que más admiro de ellos es la dedicación que han tenido conmigo desde el principio, una dedicación y una formación geniales. Lo que me han enseñado me ayuda mucho a saber cómo tengo que enfocar todo cada día”, señala rebosante de orgullo.

“A mí me gusta que no se me pueda encasillar”

La emoción embarga su rostro cuando habla de Murcia, está feliz de pisar sus calles de nuevo: “No la considero ni mi segunda tierra; los años más importantes de mi vida los he pasado aquí. Murcia y yo vamos unidos”. Confiesa que extraña el sol murciano en Madrid, la ciudad en la que contempla amaneceres desde hace ya unos cuantos años, y en la que compagina sus estudios de doctorado con su pasión por el celuloide y la poesía.

De inquietudes insaciables, Ignacio Martín es el prototipo de hombre renacentista: “En la actualidad todo tiende a tener un nombre y un apellido, a mí me gusta que no se me pueda encasillar. Tengo el cerebro partido en dos, en uno tengo ese lado romántico y poeta y en el otro el lado oscuro del cine de terror. Son conjugables, aunque reconozco que totalmente opuestas”, comenta con complicidad, como quien cuenta un secreto a alguien a sabiendas de que ya lo sabe.

“La poesía es el cimiento donde yo asiento todas mis aficiones, es mi todo”

Apasionado por las letras desde bien pequeño, sus primeros poemas serios vinieron en la adolescencia, en esa edad en la que empiezas a preguntarte muchas cosas y en la que intentas encontrar las respuestas en el papel en blanco. “La poesía es vida, siempre ha estado ahí, yo de hecho llego al cine por la escritura. Los primeros relatos cortos que escribí los transformaba siempre en guiones. La poesía es el cimiento donde yo asiento todas mis aficiones, es mi todo”, dice con su boca mientras sus pupilas lo vociferan en plena Plaza de Santo Domingo, con la Merced al fondo. Son las mismas pupilas que han devorado los versos de Luís García Montero, Ángel González o Gil de Biedma, las mismas que han sido testigos de cientos de conciertos de canción de autor, la otra fuente de la que beben sus versos: “Mi poesía es un híbrido entre letras de canciones y poemas; La canción de autor siempre ha estado sonando en mi cuarto mientras escribía, tiene tanta importancia en mis influencias como lo puede tener la poesía”, reconoce con humildad.

Es precisamente esa  humildad y sencillez lo que hace que crezcan su poesía y su persona. Enemigo de toda ostentación, compara al poeta con un niño: “Hay poetas que van de hiper-intelectuales, creen que por utilizar palabras extrañas están consiguiendo divinizar más al mundo, yo prefiero tener ese alma de niño, escribir poesía cercana que llegue a todos”, comenta, con una naturalidad increíble, el mismo chaval que en 2003 se subía por vez primera a un escenario para recitar sus versos junto a Mario Benedetti. “Aquel verano del 2003 fue la primera vez que yo me enfrentaba a un recital, la primera vez que me subía a una mesa, que me seleccionaban unos poemas y que abría el pecho delante de un montón gente, no solo de público, sino también de gente tan importante como Joaquín Sabina, Almudena Grandes, Ángel González, García Montero o el propio Mario, que estaba sentado a mi lado. Es un orgullo, y lo recuerdo como una puesta de largo excepcional”, explica con la mirada teñida de una emoción inevitable favorecida por la memoria.

“Si no tuviera gente con la que compartir las sonrisas y las experiencias que estoy viviendo no sería bonito”

El pasado diciembre de 2010 publicó su primer poemario, “Primer Plano”, que se reeditará en breve acompañado de un CD en el que un conjunto de artistas conocidos a nivel nacional musicarán sus poemas. Se espera la participación  en ese disco, aunque no es seguro, de su gran amigo el cantautor Quique González, quien el pasado 9 de abril le dedicó un tema desde el escenario del Auditorio Víctor Villegas de Murcia. “Reconozco que me temblaron más las piernas que cuando me dijeron que había ganado Málaga, me salió el corazón fan”, apunta riendo abiertamente. “A pesar de la amistad y de conocernos tanto me encanta sentarme y que me siga deslumbrando con la música que hace, con sus composiciones”.

 Ignacio Martín se emociona abiertamente cuando habla de Quique González. Le resulta imposible esconder sus sentimientos de admiración, amistad y lealtad, y es que para el cineasta la palabra amistad lo significa todo: “Me gusta saber que tengo amigos con mayúsculas, me gusta decírselo y llamarlos veinte veces al día si hace falta para que lo sepan”. Si la gente que lo rodea tuviera que definir a Ignacio Martín con un valor ético, ese sería sin duda alguna la amistad; Es fiel amigo de sus amigos, tanto, que dice que lo mejor que le ha pasado en la vida es estar rodeado de tan buena gente: “Me parece algo excepcional. Si no tuviera gente con la que compartir las sonrisas y las experiencias que estoy viviendo no sería bonito. Lo bueno es disfrutar con tu gente y alegrarse de cómo hace dos años estaba llamando a mis amigos para decirles que había ganado el certamen de mi pueblo y ahora llamarlos para decirles que he ganado el Festival de Málaga”.

“Estar vivo no es solo respirar, estar vivo es no dejarnos llevar por la vorágine de la sociedad actual”

A sus 29 agostos, este arqueólogo, cineasta y poeta, que define la actual crisis económica como “versos mal escritos en la poesía de la vida contemporánea a los que hay que enfrentarse”, no se arrepiente de nada: “He hecho muchas cosas mal, como todo el mundo, pero creo que hay que subir esos escalones que tenemos en la escalera de la vida. Somos humanos, y eso va con nosotros, eso es crecer y no tenemos que arrepentirnos”.

Se siente feliz de cumplir los “sueños locos” que tenía cuando era pequeño. Ha crecido aplaudiendo a otros, y ahora son esos otros los que van a verle cuando se sube a un escenario, cuando comparte sus creaciones. Disfruta con los pequeños detalles, cruzando miradas de complicidad en los eventos que organiza. Sus ojos azules brillan rebosantes de vida. Todo en Ignacio Martín está vivo, porque como él mismo recuerda, “estar vivo no es solo respirar, estar vivo es no dejarnos llevar por la vorágine de la sociedad actual que nos deja poco tiempo para mirar a los lados y disfrutar”. Y como buen docente añade: “Yo ahora mismo estoy haciendo una entrevista contigo, pero también estoy viendo Murcia pasar, disfrutando del sol, viendo mi universidad al fondo. Estar vivo es estar con todos los sentidos abiertos y llevarte un conjunto mucho más amplio”.

La tarde en Murcia también está viva. Transcurre tranquila y soleada, la gente pasea por las terrazas, las parejas se abrazan y besan, y quizá un estudiante en un banco esté escribiendo versos, o maquinando una locura, ajeno a la idea de que en ocasiones los sueños se cumplen, de que hay veces que logramos ser lo que soñábamos de pequeños.

Mientras, un joven y discreto arqueólogo reconoce entre los viandantes rostros que le resultan familiares. Son amigos, los ha encontrado en la calle por casualidad. Están contentos de verle, los besa, los abraza, se ríen juntos. Está feliz, es el mismo chico simpático y educado de siempre, el mismo estudiante que escribía versos a la luz de una vela en su cuarto, el que hablaba apasionado de discos y libros en las noches de concierto en Murcia. Ha crecido, está conociendo el éxito, y sin embargo es el mismo. Su sencillez lo hace grande. Se despide agradeciendo mi atención. Lo veo alejarse entre el río de gente que habitualmente inunda la Gran Vía. Quién sabe cuándo volverá a Murcia. Se marcha hacia Almería. Hoy, por fin, abrazará a su madre.


Toñi Hurtado

viernes, 6 de enero de 2012

REGALO DE CUMPLEAÑOS

En ocasiones, sólo rara vez, una se siente afortunada de estar viva en este tiempo y en este minúsculo rincón del mundo que comparto contigo. Existen muchas personas en este planeta, y quien sabe si también en otros; cada una tiene una historia y una trayectoria vital. Con frecuencia, esas historias se entrecruzan en un espacio y tiempo determinados.  Ya no recuerdo muchas de esas historias que un día se cruzaron con la mía, el transcurso del tiempo las borró, y perdería la cuenta si me pusiera ahora mismo a enumerar, una a una, las vidas que se han cruzado por mi camino y que a día de hoy todavía recuerdo con afecto.

Sí, son muchísimas las personas a las que he conocido en todos estos años: Mis maestros y profesores, mis amigas de la infancia,  la dueña de la tienda de ultramarinos donde compraba todas las mañanas el bocadillo de camino al colegio, y un largísimo etcétera. He vivido muchos momentos felices hasta el momento, pero también momentos tristes. Los años han pasado y contemplo con cierto vértigo todo lo acontecido hasta el momento.

Nada sospechaba, cuando apenas tenía siete años, de la crisis que se avecinaba, ni del paro, ni de la precariedad laboral; de hecho tampoco sospechaba nada de eso cuando cumplí los veinte. Es cierto, vivimos días tristes. Ser funcionario ya no es sinónimo de estabilidad laboral y económica, tener carreras universitarias no garantiza un empleo digno, saber idiomas no te salvará del paro, puede que sea verdad. Pero también es cierto que en ocasiones algo o alguien, quizá una acción ajena, provoca que se congele el tiempo en un instante, convirtiéndolo en eterno. Es entonces cuando, perplejos, nos miramos a nosotros mismos sabiéndonos vivos, más vivos que nunca. El universo se para, y todos los problemas dejan de ser protagonistas por momentos. 

He conocido a muchas personas a lo largo de mi vida, pero no todas ellas han pasado a formar parte importante de ella. Hay personas que pasan y se marchan, pero existen otras que se quedan.

La respuesta es sí, aunque te vuelvas cuerdo, aunque el universo ya no quede encerrado en una botella de ron barato, ni en los versos que encontré entre los apuntes de clase, sí, haré caso al señor Mario Benedetti, porque es cierto lo que escribió, “hay que amar con valor para salvarse”. No importa que estés en paro con dos carreras y un master, que tengas un título de inglés, que seas hijo de proletarios y que no tengas ni una chapa para comprar el regalo de moda en unos grandes almacenes. Existen regalos únicos e inigualables que no se pueden comprar porque no tienen precio. Este año tú eres mi regalo. Gracias por existir.